Según la historia oficial, la brújula fue inventada en el siglo XIII por los europeos y que las sociedades de América no conocían este instrumento de orientación.
Sin embargo, existen vestigios que nos comprueban que nuestros antiguos mexicanos usaron la brújula o ixtli (rostro o camino con rumbo) desde hacían muchos miles de años antes de la presente Era.
Existen pruebas históricas de que nuestros antiguos mexicanos ya habían realizado viajes transoceánicos, pues se han encontrado pruebas de su presencia en los pueblos del Mar Mediterráneo, en Egipto, en el Medio Oriente, en el Asia y en diversas islas del Océano Pacífico; viajes que no hubieran logrado sin el uso de la brújula.
El escritor José Álvarez López, en su obra «Dioses y Robots», al referirse al uso de la brújula, explica que los Vikingos poseían para sus viajes un «sejersten i Ker» (piedra de vela) o sea, una piedra magnética o imán encerrada en una cajita de madera.
Esta piedra de vela, fue lo que permitió a los Vikingos sus históricas hazañas marinas, pero ¿de dónde la obtuvieron?, al respecto, dice el escritor que,
«es curiosos que, habiendo factorías fenicias en los países escandinavos, nadie haya pensado que la total similitud de las barcas normandas y de los navíos fenicios no es una simple casualidad».
También da a conocer que en un bellísimo bajorrelieve de Anhkor Tom, en la región de Camboya, y de la época normanda, se observan a varios remeros y lanceros a bordo de una barca fenicia, pero el navío está siendo tripulado por Ulmecas.
Asevera que hoy esto no espanta a nadie, pues se acepta oficialmente que los Ulmecas, Mayas y Anhkorenses eran pueblos tan estrechamente unidos que el arquitecto de la pirámide de Palenque, Chiapas, pudo ser el mismo que el de Anhkor, Camboya, y que los dibujos de una y otra cultura están trazados por la misma mano.
Lo anterior nos indica que nuestros antiguos mexicanos conocieron y usaron la brújula, así como también construyeron barcos, conocidos ahora como tipo Vikingos o Fenicios, con los cuales navegaron por los mares del Pacífico y del Atlántico, mucho antes de la misión llamada «Cristóbal Colón».
Los investigadores de la revista GEFAO, llegamos a la conclusión, de que la brújula fue dada a conocer por los navegantes mexicanos a diversas naciones del mundo, y es comprensible el por qué, tanto los barcos de los pueblos del Mediterráneo como del mar del Norte, hayan usado en las velas o en la proa de sus barcos, el símbolo de la Serpiente Emplumada o Dragón Alado.
Varios investigadores han comprobado que en muchas islas del Pacífico y pueblos del continente asiático tienen gran influencia Náhuatl, e incluso los nombres de varias regiones de ese lejano oriente, son idénticos a los nombres que aún se conservan en los pueblos de Sur y Centro América.
En las islas, tanto del Océano Pacífico como del Atlántico y mar Caribe, no sólo se manifestó la influencia, sino que fue poblada por gente de Anáhuac, lo cual nos demuestra que nuestros antiguos mexicanos supieron construir barcos de gran calado, con los cuales surcaron los mares.
En su cuarto viaje, las naves de «Cristóbal Colón», descubrieron frente a las costas de Honduras, un barco comercial náhuatl. La forma de la nave, así como los trajes de la morena tripulación asombraron a los europeos, quienes optaron por continuar su viaje, para pasar inadvertidos.
También, se ha comprobado la presencia de nuestros antiguos mexicanos en las poblaciones que se ubicaron en el Mar Mediterráneo, así como en egipcio, en donde hay estelas y monolitos que nos recuerdan a nuestros Atlantes de Tula y a los personajes Mayas.
Asimismo, podemos recordar que la mayor parte de las poblaciones náhuatl, fueron edificadas cerca de lagos o caudalosos ríos, así como también dentro de las lagunas, como fue la gran ciudad de Tenochtitlán, lo que indica que nuestros antiguos mexicanos fueron inminentemente marinos, pues uno de sus principales medios de transporte fue por agua.
El escritor Erich Von Däniken, en su obra «El Día que llegaron los Dioses», explica que cuando llego a Tikal, Guatemala, se encontró con el arqueólogo guatemalteco Julio Chávez, quien le dijo que ningún templo antiguo, está orientado en dirección a los cuatro puntos cardinales.
Aseveró que en todos los templos de Tula, Chichén Itzá, Mayapan y Teotihuacán, por citar solo unas cuantas famosas ciudades Mayas, los ejes de sus edificios se apartan exactamente 17 grados de la dirección noreste, lo que indica que sus constructores y arquitectos se apegaron a un plan que había dirigido la localización de cada una de esas construcciones.
Hasta la fecha, nadie puede decir a ciencia cierta que se llevaba a cabo en estos complejos monstruosos de hasta 70 metros de altura, pero la ubicación y orientación de dichos edificios fue a través de la brújula. Asimismo, la construcción de estos complejos arquitectónicos exigió planificación, organización, herramientas y obligó a llevar como guía un propósito bien pensado.
El arqueólogo guatemalteco, explicó que los antiguos mexicanos también ya conocían la rueda, así como su aplicación y uso, lo cual podemos comprobarlo en los museos de la ciudad de Oaxaca y en Jalapa, Veracruz, en donde, en una de sus vitrinas, se exhiben unas piezas arqueológicas con forma de ruedas de vidrio y una especie de perro que tira de un carro con ruedas, respectivamente.
Aseveró que los Mayas, desde hacía muchos años, ya tenían conocimiento de la brújula, y que prueba de ello es la enorme red de carreteras que fueron trazadas desde las regiones de Centro América hasta México.
Ante lo anterior, dijo que, por medio de fotografías aéreas, se ha podido demostrar desde hace muchos años que las ciudades Mayas estaban ligadas entre si por medio de grandes redes de calzadas.
Las tomas aéreas demuestran la existencia de zonas claras en la vegetación verde oscuro de la selva; lo cual hace suponer que la carretera de cien kilómetros de Cobaz a Yaxuna pasaba por Chichén Itzá hasta Mayapan y Uxmal. El autor aseveró que habría sido un trecho de unos 300 kilómetros o sea una especie de súper carretera.
Todas estas calzadas, aparecen construidas con cascajo y recubiertas de un revestimiento claro y resistente al mal tiempo. Es decir que nuestros antiguos mexicanos usaron un tipo de asfalto. Estas carreteras tienen una anchura de diez metros.
Los antropólogos e historiadores oficiales han afirmado que esas enormes avenidas eran exclusivamente para supuestas peregrinaciones que realizaban nuestros abuelos; ante dicha aseveración, el arqueólogo guatemalteco a manera de burla dijo que, es bastante pomposo para una vía profesional, pues podrían haber transitado 15 personas en hilera cantando y caminando.
Para demostrar el indispensable uso de la brújula, por parte de los Mayas, el arqueólogo explicó que el terreno es llano como el fondo de una sartén y además está recubierto de una densísima selva; no hay montañas desde donde se pudieran haber transmitido señales para lograr su precisa realización.
Explicó que los constructores de estas enormes calzadas, nivelaron el suelo y donde fue necesario construir pasos a desnivel abovedados y levantaron la calzada hasta cinco metros de altura. Las calzadas fueron aplanadas y niveladas, pero para qué, si nuestros antiguos mexicanos supuestamente no tenían ningún tipo de vehículo.
Al respecto, el escritor Alexandro Gorborvski, en su obra «Zagadki Drevenishi Istorii», recalca la contradicción observada en los Mayas, que utilizaban vehículos desprovistos de ruedas mientras que se han descubierto unos juguetes que si las llevaban.
En una estela de Palenque, Chiapas, se puede observar a un personaje usando patines, lo cual demuestra que, entre nuestros antiguos mexicanos, el uso de la rueda fue común, así como el uso de la brújula. Lo anterior nos indica que nuestros abuelos rebasaron el uso de la rueda al construir vehículos que flotaban y se desplazaban sobre esas calzadas pulidas.
Muchos historiadores se preguntan si los dioses fueron los que construyeron esas magnas obras, pero podemos afirmar que fueron nuestros antiguos mexicanos los creadores, pues existen pruebas históricas que así lo determinan lo cual viene a disipar muchas dudas, como el transporte de toneladas de rocas o productos elaborados, o el por qué los Aztecas no usaron la rudimentaria carreta jalada por bestias de tiro
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